sábado, 9 de julio de 2011

No hay medicina...





Órale, me está costando horrores escribir el día de hoy, no encuentro las palabras para escribir todo lo que he estado pensando en todo el día, así que, pues, no lo voy a redactar ya.
Hablaba con el espejo, y por si no fuera ya bastante raro, tenía la cortesía de contestarme, no es que necesariamente tuviera algo de vital importancia que decirme, pero, estabas tú.
No sé a razón de qué, teniendo mil cosas que pensar, pienso solamente en ti, me encanta la idea de pasar mis dedos por tu cabello, tus labios, tu cuello, tus antebrazos, y eso es poco decir, comparado con la terrible ansia que tienen mis ojos de verte, obviamente no basta con apagar las luces y prender velas frente al espejo.
No estás y tu presencia sería algo enorme, no conozco cuarto lo suficientemente grande, donde cupiera lo bonito que se siente mirar a tus ojos y que tus ojos me miren, no hay espacio que un beso tuyo no llene.
Pero lo sé, espero no te moleste lo que escribo, me prometí escribir con honestidad lo que siento, y lo que siento se va convirtiendo en luto, ¿de qué me sirve este corazón de niño, corazón?, nada más me lo lastiman, y no va con malas intenciones, no va buscando hacer maldad, mi corazón encontró algo hermoso, lo lleva en sus manitas y lo quiere compartir.
Digo, dejarme sentir me ha dado en la madre muchas veces, y expresarme de este modo parece tener el efecto en las mujeres de una granada en una trinchera, todas salen corriendo, y vuelvo a jugar serpientes y escaleras, de vuelta al principio lo que me convierte en un pésimo jugador, ¿será porque no estoy jugando?, quién juega al amor quiere hacer malabares, no le importa si un corazón se le cae y se le rompe, nunca puso el suyo en juego.

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